Por Irvin Rojas
La semana pasada, Ben Bernanke, Presidente de la Reserva Federal estadounidense, declaró que era necesario que La Casa Blanca diseñara pronto un plan creíble orientado a reducir el déficit público (que se disparó a raíz del estimulo impulsado por Barack Obama para contrarrestar los efectos de la crisis). “Although sizable deficits are unavoidable in the near term, maintaining the confidence of the public and financial markets requires that policy makers move decisively to set the federal budget on a trajectory toward sustainable fiscal balance”, dijo ante el Congreso.
En cambio, algunas autoridades económicas de México han expresado su confianza en la solidez de las finanzas públicas y se complacen de la forma en que se manejó la crisis financiera en dicha materia. Por ejemplo, hace algunas semanas Alejandro Werner declaró a Business Week que la solidez de las finanzas públicas mexicanas protegería al país de la creciente preocupación de los inversionistas por que los países puedan servir sus obligaciones. En un contexto de laxitud fiscal, “looking at what’s going on in Europe today, it looks like a good move”, dijo el Subsecretario de Hacienda.
Además, sé que los altos mandos del Banco de México se encuentran tranquilos con los indicadores del déficit público, pues consideran que a diferencia de muchos otros países que implementaron una política fiscal contra cíclica para aminorar los efectos de la crisis, el que México no incurriera en déficits de magnitudes similares asegura que éste se mantenga en una trayectoria sustentable, tal como lo dejó ver Manuel Ramos Francia, en un seminario presentado ante alumnos de El Colegio de México.
Cabe recordar que a finales de 2009, Standar & Poors bajó el rating crediticio de México a “stable”, sólo una categoría por encima del “junk”, aún cuando el déficit presupuestal del país no es siquiera comparable con el de los países con los mayores programas anti crisis. De acuerdo a estimaciones de Jonathan Heath, Economista en Jefe para América Latina de HSBC, los Estados Unidos habrán acumulado en 2009 un déficit del 15% del PIB, Gran Bretaña de más de 13%, Rusia de 8.4% (superávit 2008 de 8.4%) y Arabia Saudita de 2.5% (superávit 2008 de 32%). México, en cambio, tendría un déficit de 2.3% (superávit 2008 de 0.1%), lejos también del déficit de 13% o más que enfrenta Grecia y que sin embargo goza de una calificación crediticia similar (pueden ver un interesante reportaje sobre la crisis de la deuda soberana griega en The Economist).
Al parecer, el optimismo mostrado por las autoridades mexicanas no está bien sustentado si pensamos que las decisiones fiscales que llevaron a contracción del gasto y aumentos en los impuestos para 2010 se basaron más en las restricciones intertemporales que enfrenta el gobierno mexicano en materia de déficit público, además del temor por la pérdida de la categoría crediticia. Es decir, quizás el gobierno mexicano no podía hacer otra cosa, aún cuando los funcionarios hoy expresen que fue una decisión muy bien pensada.
En particular, pienso que hay dos aspectos de las finanzas públicas que explican más las decisiones del gobierno mexicano en cuanto a política fiscal y que ponen de manifiesto las restricciones tan fuertes bajos las que opera. Me refiero a los temas de la baja recaudación y la caída en la producción petrolera.
El primero de ellos es un problema de décadas en nuestro país. La recaudación tanto del IVA como del ISR es de las más bajas de los países de la OCDE. México recauda 4.2% del PIB en IVA y 5.2% del PIB en ISR, cuando Dinamarca recauda 29.5%, para una recaudación total cercana al 17% en 2007, según “Revenue Statistics 1965-2008”, de la OCDE. Más aún, el gasto en nómina y los puestos de mando medio se han incrementado notablemente en los últimos años. En total, el gasto gubernamental se ha duplicado en los últimos nueve años. La baja recaudación se puede convertir en un problema aun más grave en el mediano plazo si consideramos el otro aspecto en el que las finanzas públicas se muestran nada sanas, que es la caída en los ingresos petroleros.
Durante muchos años, Pemex explotó el yacimiento de Cantarell con relativamente poca inversión. Además, los altos precios registrados entre 2006 y 2008 generaron grandes excedentes que fueron empleados para pagar parte de la deuda extranjera y para crear un fondo de estabilización, aunque en mayor parte, fueron a dar a las arcas de los estados y municipios para proyectos “sin sentido económico”, de acuerdo a Luis Rubio, del Centro de Investigación para el Desarrollo. La caída de los precios internacionales del crudo y el decaimiento de la producción en dicho yacimiento ponen a las finanzas públicas en serios aprietos. Cerca de la mitad de los ingresos tributarios del país provienen de impuestos y aprovechamientos cobrados a Pemex. Mientras los precios y la producción estuvieron altos, esto no representaba mucho problema. Sin embargo, la producción hoy se encuentra en 30% de los niveles observados en 2004 y los precios lejos de los más de 120 dólares por barril de 2007 y 2008.
Estos dos aspectos ponen de relieve el problema grave de las finanzas públicas mexicanas, que exigen reformas profundas en la materia. Una reforma fiscal que incremente sustancialmente la recaudación y disminuya la dependencia de los ingresos petroleros ha sido emplazada por muchos años, generándose en su lugar un sin número de misceláneas fiscales que no han ayudado mucho. Por otro lado, la reforma petrolera de 2008 no ataca el principal problema, no deja mucho margen para incrementar la inversión requerida para aumentar la producción y las reservas (que al ritmo actual son suficientes para 9 ó 10 años).
Entonces, parece que lo que las autoridades económicas mexicanas presumen como una estrategia correcta, refleja más que nada las grandes restricciones fiscales bajo las que opera, y el reconocimiento de que las finanzas públicas enfrentan serios problemas en el mediano y largo plazo.
Irvin Rojas Valdés es Licenciado en Economía Agrícola por la Universidad Autónoma Chapingo. Actualmente estudia la Maestría en Economía en El Colegio de México.